Pacto, acuerdo, consenso son palabras que ennoblecen la política tan
denostada últimamente. Para pactar hacen falta dos o más actores que tengan
discrepancias y lleguen a un acuerdo (final feliz de película), por tanto hace
falta una tesis, una antítesis y finalmente una síntesis. Aceptar sin más las
posturas del otro introduciendo pequeños matices no es pactar, es aceptar que
la otra parte lleva razón.
Algunas personas que consideran que los políticos siempre están peleándose
demandan últimamente un pacto de Estado entre los dos grandes partidos aportar
soluciones a la situación económica actual. Eso que sería lógico en cualquier país, es completamente
imposible en este, porque una de las partes (derecha) se considera un todo y
por tanto cree que el resto es equivalente a la nada.
Por ese motivo se impuso una reforma
laboral sin pactar con nadie, para abaratar el despido de los que tenían más antigüedad y que está
causando un auténtico drama social presente y futuro a las personas mayores de 50 años. Por ese
mismo motivo se suben impuestos, se decide urbanizar lo poco que queda de
litoral o eliminar la universalidad de la sanidad un viernes por decreto. La derecha
española ha utilizado y utiliza la imposición como sistema de gobernanza
preferente a lo largo de la historia. La imposición permite continuar construyendo
su arquitectura social basada en el caciquismo como forma de mantener el orden
social y económico establecido y fanatismo religioso como justificador de ese
orden y garante que los que están arriba sigan estándolo. Podríamos
sorprendernos ante la imposición de la religión, de la lengua, de la visión de
la historia o del papel y poder de decisión de mujeres, pero
lamentablemente no representan ninguna novedad histórica.
Lo único que espera la derecha española del populacho es que diga “sí,
bwana” a todo lo que convengan y conviertiéndose a su fe, eliminando cualquier diferencia, espíritu crítico o deseo de justicia social para irse "españolizando" según su propio manual del buen patriota.
Si de cara a la opinión pública tiene parecer un pacto, que lo parezca,
aunque sea imposible pactar con alguien que lo único que espera desde hace años de los que tiene
enfrente, es su rendición.
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