(Re)evoluciones colectivas y personales

dissabte, 2 de març del 2013



Etimológicamente la palabra político proviene del griego "polítikós" (derivado de polis-ciudad), que definía los ciudadanos que se interesaban por los asuntos públicos. Aquellos ciudadanos que no eran "polítikòs" se denominaban "idiotikós" (ideo significa propio) y se ocupaban sólo de sus intereses particulares privados. La política es por tanto, en esencia una suma de iniciativas individuales en una causa colectiva que trasciende los límites de lo estrictamente personal. Es en este sentido que resulta muy preocupante el descrédito actual de una parte de la población respecto al sistema político, motivado inicialmente por el desinterés o alejamiento de la ciudadanía respecto los asuntos públicos y agravado actualmente por la falta de respuestas ante una crisis económica originada en unos mercados que escapan de cualquier control político y por lo tanto ciudadano. Ante esto, importantes movimientos sociales, han reclamado un cambio radical en el sistema político actual, llevando a muchas personas a recuperar el interés por la política (asuntos públicos) a través de charlas, asambleas ... que intentan dar respuesta a los problemas colectivos.


En este contexto, las estructuras políticas tradicionales lejos de ver en estos movimientos una amenaza y pese a las críticas directas contra estas, deben considerar como muy positivo este renacimiento de la política como también y por efecto de estos movimientos deben replantear sus mecanismos internos de funcionamiento o de participación institucional para adaptarse a las nuevas formas políticas. Todo esto debe conformar una nueva cultura política, que de ser abierta, plural, representativa y involucradora y que debería acelerar los cambios que se vienen planteando desde hace tiempo:

1.El cambio en el papel de los partidos políticos como entidades de agrupaciones de electores que propician el debate y la propuesta política dentro de la esfera pública, éstos han de ser entendidos como un bien público fundamental para el funcionamiento del sistema democrático y que desde el riguroso control a sus actividades, deben garantizar la representación del máximo número de propuestas políticas y de candidatos a representarlas haciendo posible que todo el mundo que pueda elegir puede ser al mismo tiempo elegible.

2. El sistema electoral debe modificarse, para dar respuesta de conseguir una mejor representación global de todas las fuerzas políticas y al mismo tiempo una mayor vinculación de los representantes políticos en cada territorio.

3.Los cambios en las formas representación institucional propiciando la correspondiente responsabilización de la ciudadanía en la toma de decisiones mediante mecanismos de democracia deliberativa. També hay enfatizar el carácter de representantes ciudadanos temporales de los cargos públicos (limitación de mandato y cargos, transparencia, control de retribuciones ..) y eliminar la percepción de la existencia de una clase política al margen del conjunto de la ciudadanía.

No obstante, existe una segunda acepción del término política :Orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado” (DRAE) . En esta acepción de la política llevada a la esfera privada podríamos encontrar desde por ejemplo las relaciones laborales o de consumo hasta las relaciones sociales. La política en ese sentido es forma como los individuos o colectivos se relacionan con el resto de individuos y colectivos. Podemos propiciar la ejemplaridad en la política pública pero para que ésta represente el cambio que muchos ciudadanos esperan debe extenderse al resto de relaciones colectivas.


El cambio real es cultural y debe afectar no sólo a las relaciones entre los representantes políticos y sus ciudadanos, sino a las relaciones entre los propios ciudadanos y la administración por ejemplo en el pago de los impuestos; entre los trabajadores y los empresarios para establecer salarios justos o entre éstos y sus consumidores que garanticen unas relaciones de consumo sin engaños. Es cierto que es un deber de la política pública legislar estas relaciones del resto de políticas bajo los principios de justicia e igualdad, pero hay que ir más allá. El día que los comportamientos ilegales i alegales enmarcados en la tradicional pircaresca cuenten con un rechazo social por parte de la mayoría de población estaremos en el camino para el cambio que muchos anhelamos.




Tampoco es una cuestión de “buenismo” creer que podemos minimizar el fraude y el engaño en nuestra sociedad, de hecho lo hemos hecho hasta ahora como un proceso natural de evolución hacía los estándares europeos fundamentado en un aspecto clave del desarrollo humano como es la Educación (ver gráfico). Lo que hace falta por tanto, es un nuevo salto hacia adelante, una (re)evolución colectiva e individual fomentadas en un nuevo pacto social constituyente. 

En estos días inciertos algunos fantasean con que llegará un día en que de la noche a la mañana el pueblo tomará el poder y hará la Revolución y eso cambiará todas las relaciones establecidas. No obstante, si uno mira la historia incluso cuando ha habido una Revolución popular y ha emergido una nueva clase dirigente, a menudo ésta ha acabado repitiendo los patrones de mando de la anterior con los mismos niveles de corrupción, cumpliéndose la máxima lampedusiana de cambiarlo todo para que nada cambie. Tomar el poder y crear una nueva clase dirigente, puede ser relativamente fácil (sobre todo si es por la fuerza), cambiar la sociedad no lo es tanto. A todos los que abogan por el cambio social hay que preguntarles tal como reza la cita desconocida falsamente atribuida a Gandhi, si ellos en su vida cotidiana ya son parte del cambio que quieren ver en el mundo.

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