Como geógrafo nunca he centrado mi atención
exclusivamente con los límites marcados por la geografía política. Las fronteras son
siempre acotaciones que pretenden reducir los territorios a simples espacios de
poder. Los límites territoriales son más bien graduales, transiciones como las
formadas por el paisaje y la interacción entre el hombre y el medio durante
siglos, los culturales o los socioeconómicos creados por la distribución
diferencial de las rentas dentro del capitalismo.
Pero no cabe duda que los límites políticos
acaban determinando todo lo demás, desde los más delgados como son los de la
propiedad, hasta los más gruesos que corresponden a los Estados.
Desgraciadamente, los límites políticos son en muchos casos las únicas nociones
de geografía que un Estado proporciona a su población, presentados como límites
incuestionables, se convierten razones por las que se puede incluso enviar a su
población a la guerra .
Por ese motivo siempre he defendido una
organización política basada en el principio federativo o federalismo
entendido como: "La unión de comunidades
autogobernadas y soberanías a
través de diferentes niveles de federaciones y confederaciones locales,
comarcales, regionales o nacionales de tal manera que el poder político se
distribuye y fluye de lo particular hacia lo general, es decir, de la base
que es la comuna a la confederación máxima con el propósito de evitar el centralismo,
la burocracia y toda jerarquía de
poderes.El principio federativo Pierre-Joseph
Proudhon d Traducción de Pi y Margall.
No obstante, federalismo es una
solución racional a la organización política territorial de manera universal y
como racional que es, no despierta las mismas pasiones que los Estados-nación
que apelan continuamente al patriotismo vertical (interclasista). Eso sí,
permitiendo que los poderosos salten las fronteras del Estado-nación (paraísos
fiscales, laborales y ambientales) y confinando a su clase trabajadora a la
suerte de las leyes nacionales.
En cambio en el caso específico del Estado español hay una forma política en
referencia a la jefatura de Estado que no es neutra, y tiene un importante
componente emocional con raíces históricas, la República.
A veces se argumenta para quitar ese componente, que existen
muchas monarquías parlamentarias como los países nórdicos con los mayores
niveles de progreso y bienestar. La diferencia es que el papel de la monarquía y de la nobleza de
los países nórdicos no es ni ha sido comparable con el nuestro, ni el jefe de las fuerzas armadas es el rey,
ni el principal terrateniente sueco es un Duque o una Duquesa, ni la mujer y
los nietos de un dictador sanguinario ostentan títulos nobiliarios.La monarquía
representa una clara limitación democrática y el mantenimiento de los
privilegios heredados de una casta que ha salido impune a lo largo de la
historia de los mayores atropellos contra las libertades ( el último, los 40 años de dictadura
totalitaria).
Los ideales republicanos son herederos de
todos los movimientos ilustrados y regeneracionistas que han pretendido
construir un Estado de progreso superando el retroceso respecto a Europa
provocado por unas élites dirigentes que han negado sistemáticamente la
libertad, la justicia o la educación (analfabetismo) a su pueblo .Sustituir la
monarquía por
la voluntad popular es poner en el centro del Estado el presente y el futuro y
tener un Estado que sirva para servir al bienestar y la convivencia de los pueblos de España.
¿Por qué si no es para tener bienestar para qué
sirve un Estado? Que se queden con sus viejas glorias, sus reliquias y sus banderas imperiales, esas no mitigan la miseria actual ni evitan que nuestro futuro esté en algún lugar perdido de Alemania, esas no sirven a nadie más que a ellos para perpetuarse generación tras generación por encima de sus conciudadanos no por su valía personal sinó por tener la injusta suerte de tener unos antepasados que conquistaron sus privilegios de sangre con la sangre de los demás.
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