Artículo publicado por Rafael Gómez Viñas el 9 de enero de 2010
Al fin llegó el invierno, y con el frío afloraron las facturas pendientes de aquel lejano mes de agosto en el que a la secretaria general del PP se le calentó la boca. Seguro que lo recuerdan, cómo olvidarlo. El paisaje era el mensaje. María Dolores de Cospedal denunciaba el “Estado policial” de Zapatero y sus “escuchas telefónicas ilegales” a la oposición. Pero no lo hacía en un juzgado, sino desde una terracita junto al Mediterráneo, frente al hoyo once del campo de golf de Guadalmina, la más lujosa urbanización de Marbella; el escondite de la resistencia. En su mano no había una sola prueba, aunque por el marco incomparable elegido por De Cospedal para tan tremenda acusación, lo más pertinente habría sido esgrimir un daiquiri, de esos que van decorados con una sombrillita de papel coloreado.
Aquella entrevista dio para mucho. El PSOE denunció duramente las acusaciones de De Cospedal, pero no fue al juzgado; y en el PP se ratificaron en sus denuncias de espionaje, pero tampoco fueron al juzgado. Con el tiempo, aquella conjura se hizo mayor y la llamaron Sitel; mientras, De Cospedal ni desmintió ni ratificó sus divinas palabras, sino todo lo contrario. Afortunadamente, un grupo de internautas cercanos al PSOE se organizaron a través de Facebook, presentaron una demanda y con ella han conseguido el mínimo exigible: que De Cospedal sea citada ante un juezpara que explique cuáles son sus pruebas, si es que no se las ha comido el perro, con el resto de sus deberes.
Lo más probable es que la número dos del PP ni se digne a pasar por el juzgado, pero la citación ya es una victoria. Las teorías de la conspiración que inventa la derecha para justificar sus propias miserias –antes el 11-M, ahora la Gürtel– no deberían salir siempre tan baratas.
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